Con las primeras luces de la mañana la Torre
Eiffel se veía impresionante en la distancia, no podía dejar de mirarla. Sin
embargo, el desayuno estaba esperando.
-
Vamos perezosa, despierta – le dice
dándole un azote en el trasero.
-
¿Tienes hambre? – le pregunta sentándose
a su lado.
-
Mmm. ¡Siiii! Mucha hambre – responde
ella desperezándose y sentándose en la cama.
Él
acerca el cruasán a sus labios y ella da un pequeño mordisco. – ¡Está
buenísimo! – dice relamiéndose los labios y mirándole de reojo. ¡Dios! ¿Cómo lo
hace? Ni siquiera se ha dado cuenta cuándo se ha levantado. Ya está duchado, recién afeitado y se ha puesto una camisa blanca con las mangas
arremangadas, dejando ver sus fuertes antebrazos, esos… que cuando quiere la
dejan totalmente inmóvil sin apenas proponérselo. Y para colmo, lleva la camisa
aún abierta, dejando entrever la musculatura de su pecho… y de su abdomen,
porque también se ha puesto esos vaqueros azules de talle bajo que le quedan
de miedo y, encima… va descalzo. ¡Madre mía, pedazo de hombre, el mío!
Él
sabe que le está pasando revista, la conoce demasiado bien. Con los ojos
entrecerrados se acerca lentamente y comienza a besar sus labios que aún saben
al delicioso cruasán parisino. Lentamente comienza a acariciar su cuerpo, su vientre,
sus pechos, por encima del suave camisón. Con exquisita dulzura le sube éste,
se lo saca por la cabeza y la hace tumbarse en la cama. La visión de su cuerpo
con sólo esas minúsculas braguitas de encaje negro, le dejan sin respiración. Los
dos saben que están perdidos de nuevo.
Vamos
desnúdate, - le dice ella con la mirada vidriosa. No tiene que pedírselo dos
veces, con increíble rapidez y desenvoltura se quita la camisa, el pantalón,
los slip, y, se tumba a su lado. Lentamente, baja por sus preciosas piernas las
pequeñas braguitas y, de forma seductora, susurra en su oído: -Yo sigo teniendo
un hambre voraz y ¿tú?
Ella
no responde, cuando le habla de esa forma… y la trata de ese modo, la deja sin
aliento. Pero él no va a parar, e insiste: -Dime princesa ¿y tú?
-
Yo, tam…bién – dice por fin con la voz
entrecortada.
-
¿Ah sí? Y ¿qué quieres comer?
-
No sé - responde.
-
¿No sabes? – dice él pellizcando
suavemente sus pezones y haciéndola gemir. –Yo creo que si sabes, y además
sabes, que tienes que decírmelo si quieres que continúemos - le va susurrando. Vamos cariño, - le
apremia, si no lo haces sabes muy bien que pararé.
-
¡Oh no! ¡no pares por favor!- le suplica
delirante.
- Pues, entonces habla princesa -le dice
de forma arrogante, parando bruscamente sus caricias.
¡Ya
estamos! otra vez ha vuelto a caer en sus redes, la vuelve loca con sus
jueguecitos. Pero, es como una necesidad de él, de su persona. Una urgencia, un
anhelo que la incita a seguirlo, a hacer todo cuanto le pide y a querer más…
siempre más.
-Vamos
cariño, si no me pides algo no podremos continuar, le dice sin piedad.
En
un intento desesperado, mirando hacia la bandeja que ocupa la mesita de noche,
ella le pide: - mermelada de naranja, eso es lo que quiero, sí, mermelada de
naranja.
Con
una sonrisa triunfante, él murmura: - ¡muy bien, muy bien! ¡buena chica! Alargando la mano coge el cuenco rebosante de
mermelada de naranja, y…
Amelia.
HISTORIA DEL CRUASÀN.
Cruasán
del francés croissant significa creciente, haciendo referencia a la fase
creciente de la luna por la forma del bollo.
La
elaboración de pasteles con forma de medialuna se remonta a una tradición árabe
milenaria que hoy perdura en muchos pasteles dulces de Argelia o de Marruecos.
La medialuna es también un emblema recurrente del antiguo Imperio Otomano. Pero
el nacimiento del cruasán tiene que ver más con la leyenda que con la realidad
histórica, a lo sumo, los historiadores coinciden en que apareció por vez
primera en Viena.
La
leyenda más divulgada cuenta que el croissant nace en 1683, cuando los soldados
otomanos después de conquistar la mayoría de las regiones a orillas del
Danubio, sitian Viena que tras
Constantinopla habría sido la conquista más importante en Europa.
Tras
varios intentos fallidos los turcos deciden atacar Viena por sorpresa,
socavando el terreno que rodea las murallas, pero trabajando sólo de noche,
cuando la ciudad duerme. Los panaderos que trabajaban de noche oyeron los
ruidos y alertaron del peligro, de tal forma que fueron los musulmanes los
sorprendidos y expulsados del país. Se dice que el emperador decidió condecorar
a los panaderos vieneses por su valiosa ayuda. Estos como agradecimiento
elaboraron dos panes: uno con el nombre del emperador Leopoldo I, y otro con
forma de media luna, antepasado del croissant, como mofa a la media luna de la
bandera otomana.
Su
introducción en Francia data de 1838 o 1839 cuando un oficial austriaco August Zang abrió una panadería vienesa
en París en la calle Richelieu, el éxito de su pan y sus pasteles fue tan
grande que pronto fue imitado por muchos.
La
palabra croissant aparece por primera
vez en el diccionario francés Littré en 1863 y la primera receta se publicó en
1891, con otro tipo de masa. La receta del primer cruasán hojaldrado se publicó
en Francia en 1905 y se divulgaría en 1920. Los franceses lo harían tradicional
en su país y en la actualidad es un componente típico del desayuno
francés.
Amelia.