Por fin
un mañana
Lleva
la cabeza apoyada en su hombro, no puede dejar de llorar, sus lágrimas le están
empapando la camisa. Él acaricia su pelo suavemente una y otra vez.
-Si
no dejas de llorar voy a ir a la cabina del piloto y voy a decirle que dé la
vuelta.
Ella
le sonríe a la vez que continúa llorando: -no puedo parar, lo siento, pero ver
a mi madre llorando cuando me he vuelto me ha destrozado.
-Vamos
no lo pienses más. Ya mismo llega la Navidad y volvemos a casa, como el anuncio
-le canturrea bromeando, y ella llora aún con más ganas-. Y, si quieres
entonces, te quedas, y regreso yo solo.
-Entonces
lloraría más que ahora, no soportaría separarme de ti.
-¿Por
qué tenemos que marcharnos? -Continúa enfadada y él la mira con cariño, risueño,
ya han tenido esta conversación otras veces-. Es totalmente injusto. Somos
jóvenes, fuertes, tenemos ganas de trabajar, podemos hacerlo y hacerlo bien.
¿Por qué nuestros gobernantes pasan de nosotros? ¿Por qué no nos dan en nuestro
país lo que otros nos ofrecen?
Él
le levanta la cara por la barbilla y la besa con dulzura en los labios. Con el
pulgar le seca las lágrimas y trata de distraerla diciéndole que admire la
vista por la ventanilla. No se lo va a confesar ni loco, pero también está
asustado. Es la primera vez que se alejan tanto de España, y encima con
intención de no regresar, al menos por un tiempo.
Se
dirigen a Noruega, allí le han contratado por un sueldo bastante aceptable,
encima de lo suyo. No podía rechazar la oferta, en España no tienen nada, ni
esperanza de tenerlo en un futuro. Los dos están sumamente preparados, ambos
son licenciados, ambos bilingües y hablan un tercer idioma, sin embargo, en su país llevan años en paro.
El tiempo va pasando y sienten que ya no son tan jóvenes, quieren formar una
familia, tener hijos y un hogar propio. Es
justo, han luchado mucho por ello, están estudiando y preparándose desde que
tenían tres años.
Ella
espera encontrar trabajo en cuanto llegue, pero de momento el viaje es sólo
para seguirlo a él. No se arrepiente, aunque, el precio a pagar a veces le parece
demasiado alto. Le duele ver, y hacer sufrir a su familia, pero en lo más
profundo de su ser sabe que no hay otra salida, él es su hombre y ella quiere
estar a su lado.
Cuando
llegan a la terminal se dirigen directamente al hotel, es domingo por la tarde
y la ciudad está en calma. Se comunican perfectamente en inglés con el taxista
que los conduce y que les dice que no se hagan ilusiones, mañana lunes todo
será bullicio, correr de un lado para otro, atascos y cláxones sonando por
doquier.
El
hotel está cerca de la empresa que lo ha contratado, se quedarán en él hasta
que encuentren un apartamento, parten de cero, han viajado con poco equipaje,
sólo una maleta cada uno con su respectiva ropa. Colocan ésta en el armario y
deciden darse una ducha, están impacientes por salir a ver la ciudad.
Unos
amigos les han recomendado un restaurante que no está muy lejos del hotel donde
se hospedan. Es su primer contacto con la ciudad. Hace mucho frío, vienen de
una zona donde el clima es mucho más suave. Tendrán que comprarse ropa más
adecuada.
-Eh,
tienes la nariz como un tomate -le dice él riéndose, a la vez que le besa la
punta de ésta.
Ella
está un poco más animada, la ciudad le parece preciosa. Se van a reunir con
unos compañeros españoles que están en las mismas circunstancias, aunque llevan
allí algún tiempo más que ellos. Todos los domingos por la tarde se reúnen en
ese restaurante español y degustan comidas típicas de su país. Así, les parece
estar más cerca de los suyos, de su tierra, rodeados de personas que hablan su
mismo idioma, que tienen los mismos gustos, los mismos deseos y anhelos… los
mismos temores. Enseguida encajan en el grupo, no faltarán a una sola cita,
será su momento de gloria de la semana, el único en el que ambos se sentirán
como en casa.
-Cómo
pasa el tiempo -comenta ella- ¿te acuerdas en el avión? cuando me cantaste lo
de vuelve a casa vuelve…
-Sííí
-responde riéndose- parece que hace mucho tiempo.
Se
acerca la navidad, es el último domingo que se reúnen en el restaurante español
antes de marchar cada uno a su tierra. Ella está emocionada con la despedida,
no sabía que entre amigos pudieran surgir vínculos tan fuertes. Cada domingo
ríen, charlan, se consuelan y comparten exquisitas comidas españolas, que les
recuerda la tierra y la gente a la que añoran. Todos juntos forman una familia
en la que se apoyan, los lazos que los unen serán indestructibles para siempre.
-Me
muero por pavía de merluza al estilo de mi madre -le dice.
-Tus
deseos son órdenes para mí, princesa.
Se
dirige al camarero y pide un plato de pavía con mayonesa.
-Uau,
me quemo. Está tan ansiosa que no puede esperar que se enfríe y él no puede
parar de reír viéndola comer y soplar a la vez.
-Seremos
felices aquí -piensa, mientras la observa risueño. Al principio tuve mis dudas,
no soportaba verla triste. Los dos solos, tan lejos de casa y de los nuestros.
Pero ahora tenemos buenos amigos, nuestra casa, nuestros trabajos… todo marcha. Por fin,
podemos empezar a soñar con un mañana.
PD: ¿Regresarán algún
día, estos valiosos jóvenes que por motivos injustos estamos perdiendo? ¿Se
darán cuenta nuestros políticos de lo necesarios que serán en un futuro para
nuestro país? ¿Alcanzarán siquiera de lejos a comprender el enorme sufrimiento
que su marcha provoca en las familias que tanto apostaron por ellos?
Amelia.
Noelia.
Historia
de la Pavía
La
“Pavía” es la variante andaluza de los “soldaditos de Pavía”
Los
soldaditos de Pavía constituyen un aperitivo típico madrileño, compuesto por
una fritura de bacalao rebozado acompañado de pimiento rojo. En Andalucía el
bacalao se suele sustituir por la merluza y es una de las tapas típicas durante
la celebración de la Semana Santa sevillana.
Su
nombre ha dado lugar a numerosas teorías, que son cuestión de debate entre los
diversos autores. Una de dichas teorías menciona que el nombre de Pavía se debe
al color de la tapa, que recuerda el uniforme de los húsares de los tercios
españoles que combatieron en la Batalla de Pavía en 1525, en la que las tropas germano-españolas
del emperador Carlos V derrotaron a las francesas de Francisco I.
Dice
la leyenda que el sobrenombre de “tapa” surgió cuando los Reyes Católicos se
dirigían a Cádiz desde la Isla de León. En la taberna que pararon había un
número exagerado de moscas. Fernando II de Aragón pidió que taparan su vaso de
vino con una loncha de algún embutido.
El
tabernero cubrió la bebida del monarca con una loncha de salami con las
siguientes palabras: “Aquí tiene su tapa majestad”. Esto rápidamente se
convirtió en costumbre en las tabernas españolas. Actualmente el tapeo es una
de las señas de identidad de nuestro país.
Amelia.