El baile es su
pasión, su válvula de escape, su forma de agradecer la vida que le ha tocado. A pesar de los
problemas que tiene se siente agradecido, agradecido por estar sano, agradecido
por sentir ganas de vivir, agradecido por ser capaz de mantener la cordura en
los peores momentos y sobre todo, agradecido por haber decidido un día que
tenía que aprender a bailar.
La conoció en
las clases de baile a las que asistía desde hacía unos meses y supo desde la
primera vez que hicieron el amor que nunca podría quitársela de la cabeza. Era
su media naranja sin lugar a dudas. Cumplía todos los requisitos que él
valoraba en una mujer, tanto física como espiritualmente. Era alta, delgada y
con unas maravillosas curvas que hacían que todo hombre que la viera tuviera
que volverse a mirarla. Sus ojos increíblemente azules y su larga melena negra
y rizada conferían a su pálida tez un aire angelical al que nadie podía
resistirse. Su carácter alegre y extrovertido era el complemento ideal para
convertirla en una belleza sin igual. Sin embargo, había llegado tarde a su vida.
-Tan sólo dos
años antes habrían sido suficientes -pensaba a menudo con amargura.
[….]
Ella lo vio
primero y sintió un auténtico flechazo, no pudo apartar la mirada de su cuerpo
atlético, moreno y sudoroso en toda la clase. Se movía al ritmo de la música
con una gracia natural y una masculina elegancia que lo hacía destacar por
encima de todos los hombres de la sala.
-Madre mía
menudo espécimen -se dijo a sí misma al final de la clase, mientras se secaba
el sudor que le corría por el cuello. Él, absorto en sus pensamientos y con semblante
serio salió de la sala sin reparar siquiera en su presencia. Ella lo siguió con
la mirada hasta verlo desaparecer por el pasillo que llevaba a los vestuarios.
En la
siguiente clase se sitúo a su lado y esta vez él se fijó en ella. Cuando el
profesor dijo que se colocasen por parejas para la siguiente pieza, se
eligieron mutuamente sin el más mínimo titubeo. Pronto quedó claro que eran tal
para cual en la clase de baile, llevaban el ritmo y marcaban los pasos con tal
armonía y sincronización que cuando acabó la pieza, sus compañeros y también el
profesor aplaudieron fervorosamente y ellos con las manos enlazadas quedaron
como en trance, perdidos en la mirada el uno del otro. Cuando acabó la clase él
la invitó a tomar una copa y ella aceptó de inmediato.
Seis meses
después estaban locamente enamorados, hacían el amor con la misma pasión que
ponían en el baile, charlaban, reían y se comprendían mutuamente de tal forma
que parecían una sola persona. Sin embargo, los dos sabían que el suyo era un
amor imposible.
[…]
La noche
estaba como su ánimo, lluviosa y tormentosa. Tras una deliciosa cena en la que
habían compartido un exquisito plato de salmón en hojaldre, habían hecho el
amor de forma apasionada, casi con desesperación, como si les fuese la vida en
ello.
Ahora tras darle muchas vueltas no se atrevía casi a respirar para no
molestarla, dormía plácidamente apoyada en su pecho, mientras él acariciaba
suavemente su cabello a la vez que derramaba lágrimas de amargura en silencio.
No podía aplazarlo más, tenía que acabar con esto. La amaba más que a sí mismo
y daría su vida por ella sin ni siquiera pensarlo, pero, precisamente por eso
tenía que dejarla marchar. Ella merecía mucho más que esto.
La luz de un relámpago y después el
ensordecedor rugido del trueno la sacaron de su sueño y enseguida intuyendo que
algo iba mal giró su cara hacia la de él.
-David ¿qué
ocurre? -preguntó con el pánico atenazándole la garganta.
-Ana, mi amor,
tengo que marcharme.
-Vale, pero
tampoco es para ponerse así, mañana volverás -dijo intentando bromear, con su
buen humor de siempre.
-No, no
volveré -le dijo a la vez que empezaba a levantarse, aparentando mucha más
calma y frialdad de la que sentía.
-David, por
favor, lo hemos hablado muchas veces. Soy feliz así, no necesito más.
-No cariño,
esto tiene que acabar, los dos lo sabemos -respondió acercándose y abrazándola
con fuerza, escondiendo la cara en su cuello.
-David en
serio vete a casa y mañana te llamo -separándose
de él y obligándole a mirarla de frente.
Cuando lo miró
a los ojos vio el infinito dolor reflejado en su mirada y supo que había
llegado el temido momento. Comprendió desde el principio que su relación con él
no tenía futuro. Sin embargo, no había podido resistirse a su encanto. Su forma
apasionada de bailar, su triste mirada, su impecable forma de actuar, la habían
vuelto loca desde el principio y no había tenido escapatoria.
Totalmente abatida se dejó caer en la cama, la
cabeza colgando entre los hombros. Se sentía incapaz de mirarlo y no
abalanzarse sobre él para retenerlo aunque fuese llorando y suplicando.
-De acuerdo,
si es lo que quieres márchate ahora -dijo con la voz desprovista de toda
emoción.
Él, erguido,
con los brazos extendidos a cada lado del cuerpo, también dejó caer la cabeza.
No soportaba verla de este modo, en ese estado de abatimiento que la hacía irreconocible.
Sin embargo, sabía en lo más profundo de su corazón que no podía hacer otra
cosa. Cuadró los hombros respiró hondo y mirándola por última vez salió de la
habitación.
Uuuauuu!!!! Chicas!!!! Preciosa historia y riquisima receta!!!! Me han encantado....
ResponderEliminarMuchas gracias Hada de los Postres. Un beso.
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